Colaboración del Arq. Edgar Padilla Ulloa

Cuando contábamos con unos quince o dieciséis años aproximadamente, vale decir, en plena adolescencia, en nuestro pequeño pueblo, al no haber nada que hacer, en épocas de vacaciones, cuando todos “bajábamos” de Quito, Ibarra, Tulcán o cualquiera otra ciudad en donde nos dedicábamos a estudiar la secundaria, luego de enfrentar el síndrome de adaptación a nuestro ambiente, en conciliábulos nocturnos en el parque central, “organizábamos” las actividades a desarrollar en todo el mes de agosto, especialmente, ya que no se podía en septiembre, ya que nos habíamos “quedado”, suspensos o aplazados en alguna materia del colegio, y debíamos de alguna manera, estudiar para rendir los exámenes de suspensión o aplazamiento, respectivamente, previo a nuestra matrícula en el nuevo año lectivo.

Deportistas como éramos, especialmente dedicados al fútbol, “pasión de multitudes”, uno de esos períodos vacacionales que posiblemente coincidía con el año 65 o 66 se nos ocurrió “organizar” un club deportivo conformado por jóvenes de dicha edad. Esta idea nació, porque no nos era posible integrar ninguno de los clubes de los “viejos”, es decir, el Independiente, ni el Deportivo Mira; pues, la solución, formar otro “equipo”; pues manos a la obra.

Nos reunimos: Raúl Medina, Efrén Caicedo, Horacio León, Gonzalo Muñoz, los hermanos Manuel y Nelson Rubio, Aureliano Cazares, Guillermo Bastidas, Neptalí Ruales, Manuel Mera, Darío Mera, Julio Valverde, Angelito Ruiz y otros que no recuerdo al momento, además de Bayardo Jarrín, quien no le hacía al deporte activo, pero que fue el artífice para que a la nueva institución “social y deportiva”, se la denomine CLUB JUVENIL SOCIAL Y DEPORTIVO “ESTRELLA ROJA”, y conformamos la nueva institución. Francamente no recuerdo quien la presidía, pero debió haber sido Bayardo. ¿Se imaginan el nombrecito?¿Qué significado tenía?¿De dónde salió la idea?

Para nosotros, no pasaba nada. En ese entonces estaba de cura párroco de Mira, el venerable sacerdote Luis Pérez, oriundo de la provincia de Imbabura, inteligente prelado que llegó a ser Obispo de la Diócesis de Ibarra por sobra de méritos. La gran mayoría de la lista anterior, formábamos parte de lo que se denominaba la “Legión de María”, o sea que éramos “Legionarios”, es decir, devotos a muerte de nuestra Madre de la Caridad. Todos muy formalitos, creyentes practicantes, asistentes los domingos a la misa, es decir, con clara tendencia derechista, sin querer queriendo, a excepción eso sí, de Bayardo, que era por antonomasia en ese entonces, de clara tendencia izquierdista, y si no me equivoco, era el único que no asistía a los servicios religiosos de los cuales hemos hablado, ni era “Legionario”.

El objetivo del club, cuyo uniforme era totalmente blanco con una resplandeciente y formidable estrella roja en la camiseta, era la participación de la nueva juventud de la parroquia en actividades sociales y deportivas a las cuales estábamos vedados en las otras instituciones (El Club Deportivo Mira y el Independiente) por nuestra juvenil edad. Eso era todo. No teníamos ninguna otra intención. Así nacimos y crecimos un poquito, ya que en dichas vacaciones, creo que invitamos a un cuadro de fútbol mucho mayor en edad, de la ciudad de El ángel, y a otro de San Isidro. Hubo el consabido partido, la atención con el almuerzo a los visitantes y el infaltable baile con la participación dulce de las damitas de la localidad.

El padre Pérez, luego del partido de fútbol (que fue el último de esta novel institución) con el equipo de San Isidro, un domingo, al cual no habíamos asistido por obvias razones a misa, y que era transmitido en vivo y en directo, por Radio Cultura, con la locución inconfundible de Juanito Montalvo y Ricardo Ruiz, esperó a que concluyera el partido y nos llamó en forma urgente y “obligatoria” a que nos presentáramos ante su presencia a todos aquellos que éramos “legionarios de María”.

Asustados, confundidos y perplejos, nos aseamos luego del agotador ejercicio físico que representaba jugarse un partido de fútbol de noventa minutos, sin reemplazos posibles, en cancha de cangagua y con zapatos de “pupos” de suela, para luego acudir al llamado del Padre. Pensábamos: ¿Sería para felicitarnos? ¿Tal vez para preguntarnos algo? ¿Para qué nos llamaría? Bien peinaditos y olorosos, uno por uno se iba acercando al convento o casa parroquial, comentando sobre los rivales y expectantes ante el llamado del Padre Pérez.

Una vez que estuvimos todos, a excepción de Bayardo que no se acercaba ni de lejos al cura, éste, entrando en santa cólera, nos preguntó que de dónde habíamos sacado la peregrina idea de formar otro club y más que nada, de dónde habíamos sacado el famoso nombrecito de Estrella Roja conque lo habíamos bautizado. Luego de una tremenda arenga que nos hacía permanecer cabizbajos a todos, nos explicó que ese nombre nunca debíamos haberlo puesto, porque así se denominaba el más popular equipo de la Rusia comunista, que para ese tiempo, estaba formando parte de las repúblicas tras el muro de Berlín.

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