• PortillapbEl señor Pedro Rafael Portilla López, nace en Mira el 31 de julio de1923. Sus padres fueron don Alejandro Portilla y la señora Rosa López.
  • Contrae matrimonio con la señora Marina Gómez, con quien procrea 7 hijos: Nelly, Héctor, Raúl, Antonio +, Bayardo, Pola Esperanza y Silvia.
  • Sus estudios primarios los realiza en la escuela Rafael Arellano, llegando hasta Tercer grado, posteriormente y ante las necesidades de la subsistencia familiar, se dedica a la agricultura, actividad que la mantiene hasta la actualidad.

El señor Pedro Portilla, mireño auténtico, ha sido durante muchos años un personaje popular en Mira, por su participación en los Bailes de Inocentes o de Santos Reyes, interpretando el papel del Negro, es decir, el que controlaba la aglomeración o desmanes de la gente que acudía masivamente, tanto a participar en los bailes disfrazados, como a los que acudían únicamente a mirar.

Su carácter y su manera de ser, hacía reír a la gente, tanto por sus dichos, como por su actuación.

El instrumento de control que utilizaba, era un acial, con el que mantenía a la gente en su lugar, obviamente sólo agitándolo y sin hacer daño a nadie, ni física, ni verbalmente.

Su actuación era muy jocosa utilizaba términos como se va el chen, se va el chen, paya achás, paya achás, o fueteaba a algún disfrazado sin que éste se de cuenta, lo que provocaba la risa de los presentes.

Los hombres respetaban al Negro, las mujeres se corrían, los niños se asustaban, pero al final todos gozaban y reían con sus ocurrencias.

RELATO:

Don Pedro cuenta que participó desde que tenía 22 años, pero que antes ya se bailaba Los Inocentes, él lo hizo porque vio a un sobrino que participaba en los Santos Reyes y que hacía chistes con gracia, sin ofender a nadie y pensó que él también podía hacer lo mismo.

Al comienzo dice que también bailaba disfrazado, pero que la gente le decía que mejor se disfrace de Negro porque ese es su mejor papel y así lo hizo.

Actualmente me dicen el chen, porque en los bailes, a las parejas que hacían de presidentes, yo iba y les decía nos vamos de aquí bailando un San Juan, porque algunas personas me ofrecían, caramelos, chicha, trago si íbamos a bailar frente a sus casas. Entonces el presidente me decía, lo que digas negrito, nos vamos por donde nos lleves. Me acercaba a la banda y les decía toquen un San Juan porque nos vamos a bailar de largo, entonces les hacía formar a las parejas, me ponía al frente y les decía se va el chen, se va el chen y todos me seguían y desde ahí quedé de chen.

Antes los disfraces pagaban cada pareja para bailar. El primer día nos daban gratis, pero los demás días se pagaba, entonces para convencer a la gente para que se disfrace yo les decía, tengo trago, caramelos, cigarrillos y plata y les convencía porque decían cuando sale ese Negro si se pasa bien porque ya no se pagaba la Banda del bolsillo de los disfrazados, sino que yo veía entre el público a alguien conocido y les hacía gritar a los disfrazados tres ananay por fulano de tal y ellos respondían ananay, ananay, ananay por fulano de tal y yo me acercaba a solicitar la contribución para la banda.

La costumbre era bailar durante 6 días, pero cuado 6 de enero caía viernes, bailábamos sábado y domingo para no dejar libre el fin de semana.

Generalmente comenzábamos a bailar 5 parejas, pero más tarde eran 10 o 12 y conforme pasaban los días el grupo iba aumentando porque el Negro les motivaba para que se disfracen, entonces al segundo día ya eran 30 parejas, al cuarto 55, el quinto y sexto ya eran 80 parejas, o sea que el San Juan se extendía desde la casa de don Julián Fuentes hasta donde la familia Arboleda.

El Negro corría alrededor de todas las parejas, abriendo campo para que bailen, entonces debía tener un buen estado físico para aguantar corriendo por 1 hora que era el tiempo que duraba el San Juan.

El dinero que pagaban los disfrazados más lo que donaba la gente era sólo para pagar la banda, que en ese entonces costaba entre 160 o 180 sucres. Otras personas nos donaban caramelos, trago, cigarrillos y eso se repartía entre los participantes y lo que sobraba le encargaba al señor Luis Chávez para el otro día.

En lo que se refiere a la vestimenta, cada participante hacía su disfraz o pedían prestado a las familias los vestidos, porque al inicio más eran hombres los que se vestían de mujer, con el tiempo fueron disfrazándose también las mujeres.

Hasta las 5 de la tarde bailaban sólo los disfrazados y el Negro con el acial controlaba a la gente, pero desde esas horas ya salían a bailar la gente particular y se tenía mucho cuidado de no golpear a nadie con el acial, el baile se terminaba más o menos a las 8 de la noche.

Los bailes eran amenizados primero por la Banda Vieja y luego por la Banda Nueva que siempre estaban dispuestos a amenizar estas fechas, por eso al terminar cada jornada se gritaba ¡Viva la banda para mañana! y la gente respondía ¡Viva!

Cuando empezaron a disfrazarse las mujeres, lo hacían muy bien y no se las reconocía, pero como yo sí sabía quienes eran, me decían, verás Pedrito, no avisarás que soy yo.

Generalmente se bailaban San Juanes en las calles, pero cuando alguien pedía ir a sus casas como la Sra. Michita Ubaldina, la familia Muñoz, la familia Arboleda, que eran de buen gusto, pedían bombas, sanducos y otras melodías bien alegres. El baile de San Juan era bien largo, por lo menos 1 hora, por tanta guaragua que se hacía, por eso se terminaba rendido, eran unas coreografías bonitas y eran los presidentes quienes coordinaban los pasos que el resto tenía que seguir.

ANÉCDOTA:

Como anécdota puedo contar que una ocasión, puse en la punta del acial un rocoto bien fuerte y cuando pasaba ente la gente les ponía en la boca, pero un individuo si se molestó y me habló y la gente le decían que se lave y ya, pero se molestó mucho y con unas 5 personas que le apoyaban me querían dar con el acial, entonces los disfrazados se percataron de esto y todos regresaron a defenderme y les dijeron que nadie topa al Negro porque en los Santos Reyes se hace así.

Mi participación fue durante 23 años, lamentablemente esta sana y alegre tradición se perdió, ya sea por la edad de quienes participábamos, porque otros se fueron y porque fue disminuyendo la cantidad y el humor de la gente para participar en estos disfraces.

Los jóvenes ya no tienen el mismo gusto, ni para remedar, ni para bailar y lastimosamente esta maravillosa tradición se perdió. En algunas ocasiones se ha querido rescatar el baile de inocentes, pero no ha dado resultado por más interés que se le ponga, porque creo que los valores e intereses de las nuevas generaciones han cambiado.

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