Carta a mí querida Mamacita

Ha pasado un año desde tu partida…
Cuando hablo de ti, aún siento un nudo en la garganta
Aún te extraño, te necesito, y siento tu olor mamá.

La razón se impone y me recuerda
que la vida eterna llega al final del camino,
me consuela saber que pronto estaremos juntas
para decirte:

Mamá, tu eres mi fortaleza, ejemplo y armonía,
Decirte te quiero gracias Madre mía
por sembrar en tus hijos la esperanza
para luchar por el futuro con confianza.
Sé que Dios te acogió en su regazo,
y estas en la gloria con María.

En mí corazón guardo tu semblanza, mujer inteligente y luchadora
en tu casita sencilla aroma a hogar se percibía
a tu manera amor transmitías
en un abundante plato que rebosaba, calidez se sentía plasmaba
tu esmero en atendernos con alegría
aunque no todos conformes estábamos y tú lo sabías,
siempre alguien protestaba por lo mucho qué servías
sin entender que esa demasía
era el amor que desbordabas por los que vivías.

Mamá, siempre acudiste al llamado de tus hijos
y te esforzaste por darnos lo necesario enfrentando desafíos
sin importar si tenías que emprender travesías desconocidas
para atendernos en el lecho del dolor, muerte o grandes logros
Allí llegabas, hasta el final de las vías.

Mamacita, aprendiendo a vivir todos, tu corazón lastimamos
Aún recuerdo, como a pesar de nuestras propias convicciones
defendías a tus hijos como una leona herida
Cuando llegaron los yernos y las nueras
abriste las puertas de tu casa y tu corazón confiada
Y cuando vinieron los nietos,
también tuviste fuerza para cuidarles y formarlos
cuando intuías el peligro, ansiosa insistías en prevenirnos
ahora que soy madre comprendo, que solo querías a los tuyos protegerlos.

Mi viejita, el paso de los años te sorprendió en el atardecer de tu vida
Y nos trajo de regalo a una tierna abuelita
que del hijo ingrato, cariñoso y ausente añoraba su visita
te complacía verte rodeado de tus nietos y cubrirles con tu frazada
después de darles la bendición, palmeabas con firmeza su espalda
y no tengo nada para darles, decías emocionada.

Siempre serás mi ejemplo de madre abnegada
Protectora incondicional, indeclinable y valerosa,
encauzaste a tus diez hijos uno tras otro
y luego dejaste que eligieran cada uno su destino
Aunque eso significara no volverte a ver por el mismo sendero.

Que grande fuiste mamacita
te alcanzó el tiempo para prepararnos a tu ausencia
cuando llegó el momento de tu despedida
con tu mano sosteniéndose a la mía,
y el rostro dulce y apacible de ese día
la muerte te llevo como a una niña desvalida
para desde el cielo bendecir a los que dejaste tu legado en esta vida.

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