Anécdotas de Don Luis Valverde o Winston Chúrchil (+)

Tales ocurrencias tenía Don Chúrchil que inclusive encarceló a su hijo Jorge, siendo un pequeño niño de escuela.

El caso sucedió así: Jorge, junto a su primo Miguel Tobar, un poco mayor que él, habían salido de casa en las primeras horas de la madrugada a sacar del criadero de cerdos de Don Chúrchil un animal para sacrificarlo para la venta de carne en el negocio que mantenía. Tan concentrados estaban en las labores que este trabajo exige que Jorge no se dio cuenta que era ya hora de ingresar a la escuela, en la estaba cursando el cuarto grado. Cuando se percató, salió corriendo a su casa a cambiarse de ropa y camino ya de la escuela pasó por el sitio en donde se realizaba el faenamiento del cerdo.

Don Chúrchil vio que su hijo llevaba puesta una gorra de lana de borrego, de las que tejen en Mira, así que le dijo que así no debía ir a clases. Jorge se la quitó, pidió la bendición a su padre y siguió para su centro educativo. Don Luis le gritó que se peinara, que iba cabezón; el niño le dijo que ya se atrasaba, que en la escuela se peinaría. Cuando llegó a la escuela, ya todos estaban en sus aulas, así que el chiquillo pidió permiso a su profesor, el señor Campo Andrade, entró y se sentó. Claro, como llegó atrasado no tuvo tiempo de peinarse.

No pasó mucho tiempo cuando Don Chúrchil se presentó en la puerta del salón de clases y llamó afuera a su hijo; le dijo que había supuesto que no iba arreglar su cabello y sin más ni más lo cogió de la mano y se lo llevó.

El niño no sabía qué iba a pasar; en el camino Chúrchil le iba diciendo que no le gustaba que se desobedeciera una orden suya. Total que llegaron a la Tenencia Política en cuya parte posterior, en donde funcionaba la gallera del pueblo, también estaba la cárcel. Abrió la puerta del retén y metió a Jorge al cuartucho, cerró la puerta asegurándola con un alambre por las argollas de fuera y allí lo dejó. El pobre chiquillo se quedó guardado hasta medio día, cuando por azar ingresó a la gallera el conocido Napito Lara, que había ido a lavarse la cara en un grifo que allí había. El niño lo escuchó y le rogó que le abriera la puerta. ¡Así que fue Napo el libertador del pobre niño que por no haberse peinado fue a parar a la cárcel, sentenciado por su padre, el famoso Winston Chúrchil!

OTRA VEZ LA CARCEL

Cuentan en Mira que en una de las fiestas populares que allí se hacían, Chúrchil y su grupo de amigos, todos ellos bastante eufóricos por la gran cantidad de licor que se habían metido en el cuerpo, estaban dando serenatas. Pero sabido es que una serenata de borrachos no es tal, sino un alboroto de los mil diablos. Ante semejante bulla los vecinos o el mismo padre de la homenajeada fueron a quejarse donde el señor Delio Ruiz, que era el Teniente Político.

El señor Ruiz con los policías que tenía a su disposición fue al lugar de la bulla; los que estuvieron en mejor condición pudieron huir, los otros, entre los que estaba Chúrchil, no pudieron hacerlo y cayeron en manos de la autoridad que “muy amablemente” los condujo a la cárcel para que duerman la mona y dejen dormir a los sacrificados vecinos. Sin oponer resistencia, los frustrados cantantes se dejaron guiar y pasaron la noche allá. Al día siguiente fue la autoridad y los sacó, no sin antes darles una buena reprimenda.

Como la fiesta seguía, los excarcelados también siguieron la suya; ya en un estado cercano a la borrachera se acordaron lo que les había sucedido con el Teniente Político. Se dirigieron a la casa del señor Delio Ruiz, golpearon la puerta y al salir él, los facinerosos le invitaron a tomarse unos traguitos; el pobre salió con ellos y bajaron al parque. ¡Entonces, los bandidos agarraron al representante de la Ley y llevándoselo en andas lo metieron a la cárcel!

¡Lo liberaron ya cayendo la noche! Don Delio, que era un caballero y también tenía un gran sentido del humor, no tomó represalias ¡Gracias a Dios!

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