Un criterio definido del concepto actual de mujer resulta complejo, investigando información acerca de aquello encuentro temas como: denigración, maltrato, sometimiento o lucha permanente por semejarse al hombre.

De pronto surgen los recuerdos de la primera mujer que conocí:

Cuando niña siendo aún muy pequeña tuvo que aprender a cuidar de sus hermanos porque su Madre trabajaba de vaquera (sacar la leche de las vacas). En ese entonces el objetivo principal de una mujer era ser esposa y madre, así que había que prepararse para ser una buena mujer, conforme iba creciendo, mayores eran las responsabilidades, tenía la obligación de atender a sus hermanos, ayudar en los quehaceres domésticos además de aportar con los alimentos, para eso había que ir a “chular”. A los quince años ya estaba preparada para cumplir su rol de mujer, podía casarse y así se cumplió, consumado el matrimonio llegaron cada dos años los hijos, y su vida se convirtió en una rutina, mientras preparaba los alimentos para su esposo y los peones, amamantaba a su recién nacido y cargaba en su espalda al penúltimo hijo; pasaron los años y su hogar se consolidó con la presencia de su esposo y sus diez hijos, hasta que la mujer que sumisa servia fielmente a su familia y solo aprendió a obedecer y cumplir su deber como mujer, a los cuarenta y dos años de edad quedó viuda.

Es entonces cuando el cambio en su vida fue constante e inevitable, admirable por su inteligencia y tenacidad ante la adversidad de la vida, e indeclinable para sacar adelante a sus diez hijos, empieza por tomar las riendas del arado y el azadón, cultivando la tierra con esfuerzo, templando el carácter para no dejarse someter, no quedaba tiempo para lamentos o temores, los niños tenían hambre y también había que educarles con sensibilidad pero con firmeza, para ello aprendió a cultivar y cosechar el sustento diario, a engordar chanchos, gallinas, cuyes y cuando la tierra ya no producía o las vacas ya no daban leche, aprendió a tejer sacos de lana, de alguna manera tenía que completar para los alimentos y educación de los suyos. Uno a uno fue preparando a sus hijos con sabiduría «para que sepan defenderse en la vida» decía, siempre femenina, orgullosa y altiva, esforzándose por superar sus limitaciones con perseverancia alcanzó su objetivo, sacar adelante a su familia.

Terminó de formar a sus hijos, solo cuando se dio cuenta que establecieron su propia vida profesional y familiar; pagó un precio muy alto, tanto trabajo, sufrimiento y dedicación también acabó con su salud, su fuerza física; y hoy, emocionalmente apacible contempla su obra.

Esta historia tiene nombre de mujer mireña Marina Benalcázar Ortega.

Lic. Amalia Mera Benalcázar
sumerama@andinanet.net

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