La vida en el apacible y soleado pueblo de Mira, ha transcurrido entre trabajo, pobrezas, alegrías, sinsabores, como en la mayoría de los pueblos ecuatorianos.
Transcurría el año 1894, en que nace una niña que por deseo de su madre se llamaría Rosa María Onofre. Quién hubiera pensado que esta niña, una vez convertida en mujer y madre de 7 hijos: Blanca, Alberto, Esther, Rosa, Zoila, Alfonso y Aníbal Onofre, iba a incursionar en la difícil tarea de ayudar a traer al mundo a infinidad de mireños y mireñas.
Su hija Rosa, con un poco de nostalgia y mucho cariño, nos cuenta cómo era su mamá: Aproximadamente cuando yo tenía 6 o 7 años y cursaba el primer grado de escuela con mi profesora la Srta. Mariana León, claramente recuerdo a mi mamita como una mujer muy amorosa, honrada, dedicada a sacar adelante a todos sus hijos, muy trabajadora, emprendedora, quien buscaba la vida entregándose a varias labores con verdadero tesón.
Tejía en telar la «manta» de las alpargatas que eran de uso común de los mireños, hilaba algodón de diferentes grosores, hacía con cabuya la «cama» de las alpargatas, tejía costales de cabuya, bordaba hermosos paisajes con hilos multicolores en retazos de costal que servían como cuadros decorativos o acolchadas alfombras, labor manual que la hizo prácticamente hasta sus últimos días.
Y, entre telares y agujetas que iban formando hermosos sombreros, entre escritura de cartas que los vecinos de La Comunidad le solicitaban para enviarlas a sus familiares en otros pueblos y ciudades, entre el amasijo y la horneada del pan para la venta diaria, se convirtió también en la PARTERA DEL PUEBLO, servicio sumamente importante que no respetaba horario ni calendario, sino que exigía su presencia inmediata en muchísimos hogares que al grito de PUJE, PUJE, se alegraban con el nacimiento de nuevos miembros familiares que como muestra de gratitud y cariño le llamaban MAMITA CIGÜEÑA. Doña Rosita Onofre suplió con mucho acierto la falta de profesionales entrenados, gracias a Dios nunca se presentó una emergencia importante y cumplió con éxito su cometido, que gracias a la práctica, cada vez lo hacía mejor.
Por este singular trabajo que no tuvo más instrucción que su habilidad para recibir a un nuevo cristiano y su deseo de buscar el medio para criar a sus hijos, recibía como pago S/ 1,oo (Un Sucre), de acuerdo a la posibilidad de la parturienta, se hacía acreedora a una dotación de víveres o productos de temporada: maíz, fréjol, yucas, camotes, etc. Se trasladaba a atender partos en otros pueblos cercanos por lo que a decir de su hijo Alberto, cuando yo venía, no la encontraba.
Doña Rosita Onofre (Mamita Cigüeña), contribuyó con su trabajo y dedicación al desenvolvimiento de la vida en Mira, las circunstancias le pusieron en ese camino y no le importaba acudir al llamado de natura en las noches oscuras y frías, con lluvia; se cobijaba con su infaltable pañolón y a prisa y sin demora concurría a ayudar a bien nacer a quienes hoy son padres o abuelos y recuerdan agradecidos a su querida partera.
En el mes de mayo de 1992, a los 98 años de edad bien trabajados, sufridos y gozados, fallece doña Rosita, dejando en nuestro recuerdo y en el de sus hijos la figura de una viejecita sonriente, amable y generosa.
Entrevista a la Sra. Rosa Onofre de Quelal